Konrad Lorenz, premio Nobel de Medicina en 1973, fallecía en Alterberg (Austria) el 27 de febrero de 1989, se cumplen ahora 29 años.
Nacido en Viena, inició sus estudios de Medicina en Estados Unidos en la Universidad de Columbia. Tras regresar a Austria continuó sus estudios en la universidad de Viena donde se graduó en 1928 en Medicina y en 1933 en Zoología. En 1939 fue nombrado profesor de la Universidad de Königsberg. Fue el padre de la Etología.
Libros:
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El compañero en el ambiente de las aves. en: J. für Ornithologie 83 (2-3), p. 137 – 215 y p. 289 – 413 (reimpresión de 1965, en: “El comportamiento humano y animal” Vol. 1). (1935)
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Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros, conocido también como: El anillo del rey Salomón (1949)
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Cuando el hombre encontró al perro (1950)
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Sobre la agresión (1966)
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La otra cara del espejo (1973)
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Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada (1973)
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Fundamentos de la etología (1982)
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La decadencia del hombre (1983)
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Estoy aquí, ¿dónde estás tú?. Etología del ganso gris silvestre (1988) La ciencia del hombre. El manuscrito ruso (1992)
¿Qué importancia tienen las investigaciones de Konrad Lorenz?
Su importancia hay que verla en distintos niveles. Desde el punto de vista estrictamente científico desarrolla una metodología nueva para aproximarse al comportamiento animal, de la cual surgen conceptos nuevos, como el de Mecanismo Desencadenador Innato, o el de Estímulo-signo. Pero Lorenz no fue solamente un científico, sino un pensador que sentó las bases sobre una nueva Antropología.
¿Qué puedes decirnos acerca de la etología?
Hay mucho que decir sobre la etología. Recomiendo el artículo que publiqué acerca de ello en: http://www.nodulo.org/ec/2016/n176p03.htm
¿Se puede hablar de una revolución etológica?
Sí, pero a diversos niveles. En cuanto se crea una ciencia nueva, con un paradigma propio y una metodología original puede hablarse de una revolución científica. A nivel antropológico y filosófico puede hablarse de una continuación de la Antropología Filosófica (Gehlen, Uexküll) e incluso de las ideas de la Revolución Conservadora (Heidegger).
¿Consideras que se ha reconocido suficientemente a Lorenz sus estudios?
Se le concedió el Premio Nobel y en su día generó grandes polémicas. Hoy en día, desgraciadamente, se suelen confundir sus ideas con las de Wilsón y los sociobiólogos, que parten de premisas reduccionistas totalmente opuestas a las de Lorenz. La aplicación de la Teoría del Cierre Categorial de Gustavo Bueno al análisis de la Etología permite distinguir muy claramente ambas escuelas.
José Alsina Calvés (Ripoll, Gerona, 1954), es Licenciado en Biología por la Universidad de Barcelona, Master en Historia de las ciencias y Doctor en filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona. En 1983 se incorpora por oposición al Cuerpo de Catedrático de Bachillerato, en la especialidad de Ciencias Naturales.Es autor de distintos trabajos, entre ellos, “Etología, ciencia actual”, publicado por la editorial Anthropos.
Texto de Lorenz
[…] Como es natural, un perro no pierde las ganas de morder cuando el otro, pidiendo merced, le ofrece el cuello. Por el contrario, hemos visto que lo haría con gusto, pero que no puede. Lo mismo nos da que esta inhibición sea de naturaleza refleja o de otro tipo. Sólo dejamos constancia, de manera puramente empírica, que un animal que se siente derrotado puede inhibir ulteriores ataques de otro individuo más poderoso de su especie, con sólo ofrecerse, sin defensa alguna, precisamente a la forma de ataque que es más de temer.
¿Es que no conocemos nada parecido en el comportamiento humano? El guerrero homérico que quiere rendirse y pide gracia, arroja su yelmo y su escudo, cae de rodillas e inclina la cerviz, acciones que manifiestamente facilitarían a su contrario el darle muerte, pero que, en realidad, dificultan semejante acción. Todavía hoy, en los gestos habituales de cortesía se descubren indicios simbólicos de semejantes gestos de sumisión: reverencias, quitarse el sombrero, presentar armas en las ceremonias militares. Por lo demás, los gestos de sumisión de los guerreros griegos no parecen haber sido de extraordinaria efectividad; los héroes de Homero no se dejaban influir por ellos, y, por lo menos a este respecto, su corazón no era tan fácil de enternecer como el de los lobos. El cantor nos relata numerosos casos en los cuales el que pedía merced era muerto sin piedad —o a pesar de la piedad—. También la leyenda heroica germánica abunda en casos donde fallan los gestos de sumisión, y hay que esperar hasta la edad caballeresca del medievo para encontrar, entre las obligaciones de la moral de la guerra, la gracia para el vencido. Sólo el caballero cristiano es, sobre las bases tradicionales y religiosas de su moral, tan caballeresco como pueda serlo, mirándolo objetivamente, el lobo como fruto de instintos e inhibiciones profundamente arraigados. ¡Qué paradoja más asombrosa!
Konrad Lorenz, en Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros. Ed. Tusquets, 1999.
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