El mito designa una historia verdadera, de inapreciable valor, porque es sagrada, ejemplar y significativa.
La palabra (mito) se utiliza hoy tanto en el sentido de ficción, fábula, invención o de ilusión, como en el sentido, familiar especialmente a los etnólogos, a los sociólogos y a los historiadores de las religiones, de “Tradición Sagrada, revelación primordial, modelo ejemplar”.
Los griegos fueron vaciando progresivamente al “Mythos” de todo valor religioso o metafísico. Opuesto tanto al “Logos” como más tarde a la historia, “mythos” terminó por significar todo “lo que no puede existir en la realidad”. Por su parte, el judeocristianismo relegaba al dominio de la “mentira” y de la “ilusión” todo aquello que no estaba justificado o declarado válido por uno de los dos Testamentos.
El mito cuenta una historia sagrada; relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los “comienzos”.
El mito es, pues, siempre el relato de una creación.
El mito se considera como una historia sagrada y por tanto, una “historia verdadera”, puesto que se refiere siempre a realidades.
A pesar de que los personajes de los mitos son en general dioses y seres sobrenaturales, y los de los cuentos héroes o animales maravillosos, todos estos personajes tienen en común esto: no pertenecen al mundo cotidiano.
Los mitos relatan no sólo el origen del mundo, de los animales, de las plantas y del hombre, sino también todos los acontecimientos primordiales a consecuencia de los cuales el hombre ha llegado a ser lo que es hoy, es decir, un ser mortal, sexuado, organizado en sociedad, obligado a trabajar para vivir, y que trabaja según ciertas reglas.
Así como el hombre moderno se estima constituido por la historia, el hombre de las sociedades arcaicas se declara como el resultado de cierto número de acontecimientos míticos.
“Conocer los mitos es aprender el secreto del origen de las cosas”.
La historia narrada por el mito constituye un “conocimiento” de orden esotérico no sólo porque es secreto y se transmite en el curso de una iniciación, sino también porque este “conocimiento” va acompañado de un poder mágico-religioso. En efecto, conocer el origen de un objeto, de un animal, de una planta, etc., equivale a adquirir sobre ellos un poder mágico, gracias al cual se logra denominarlos, multiplicarlos y reproducirlos a voluntad.
De una manera general se puede decir que el mito, a) constituye la historia de los actos de los seres sobrenaturales; b) que esta historia se considera absolutamente verdadera y sagrada; c) que el mito se refiere siempre a una “creación”, cuenta como algo ha llegado a la existencia o como un comportamiento, una institución, una manera de trabajar, se han fundado; es esta la razón de que los mitos constituyen los paradigmas de todo acto humano significativo; d) que al conocer el mito, se conoce el “origen” de las cosas, y por consiguiente, se llega a dominarlos y a manipularlos a voluntad; no se trata de un conocimiento exterior, “abstracto”, sino de un conocimiento que se “vive” ritualmente, ya al narrar ceremonialmente el mito, ya al efectuar el ritual para el que sirve de justificación; e) que, de una manera o de otra, se “vive” el mito, en el sentido de que se está dominado por la potencia sagrada, que exalta acontecimientos que se rememoran y se reactualizan.
“Vivir” los mitos implica, pues, una experiencia verdaderamente “religiosa”, puesto que se distingue de la experiencia ordinaria, de la vida cotidiana.
En suma, los mitos revelan que el mundo, el hombre y la vida tienen un origen y una historia sobrenatural, y que esta historia es significativa, preciosa y ejemplar.
Lo sagrado se nos revela por el mito; y se accede a lo alto, a lo sagrado, por los ritos.
MIRCEA ELIADE
NOTA.—Apuntes del libro “Mito y Realidad”, de Mircea Eliade, Ed. Guadarrama, colección Punto Omega Núm. 25.
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